Hechos 26: 19
Si yo hablase de misiones extranjeras con gran elocuencia, y no tengo visión, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe.
Y sí pasar a largas horas estudiando y leyendo literatura sobre misiones de modo que llegara a conocer todas las dificultades y privaciones de la vida misionera y no tengo visión, de nada me sirve.
La visión hace que uno permanezca continuamente delante del Señor; la visión permite orar con fervor; la visión nos carga con el deseo de ver que otros obtengan salvación.
No ensalza a nadie, sino a Cristo; busca solamente la redención de los perdidos; se da a todos los que con fervor la buscan; piensa que ningún precio es demasiado alto para su propósito.
Trata de no desalentar a los misioneros en perspectiva, mas les alienta a responder el Llamado de Dios.
Lleva la carga de los demás, cree que Dios está dispuesto a llevar adelante su empresa, anhela la salvación de muchos, soporta los fracasos y desengaños aparentes.
La visión no fracasa; pero fracasa si se trata de despertar el interés con historias espeluznantes; cesará la visión si se promueve la obra misionera con lágrimas que no están acompañadas de sentimiento sincero; la visión se disipará si sólo hay intereses personalistas.
Porque en parte conocemos y en parte vemos; pero cuando hay una visión verdadera, se hace a un lado la tibieza y el interés intermitente.
Cuando yo no tenía visión, hablaba como uno que no tiene visión, y oraba como quien no tiene visión, pero cuando recibí la visión, deje todo lo que era mediocridad.
Ahora tengo una visión velada de la necesidad que solamente Cristo puede satisfacer, pero algún día comprenderé plenamente; ahora conozco en parte el precio de ]a salvación, pero entonces lo veré
claramente, incluso que ha sido comprada para mí.
Ahora para ser un misionero verdadero se necesitan un corazón que ora sin cesar, una vida rendida y una visión; estas tres, empero, la mayor de todas es la visión. — .