lunes, 26 de enero de 2009

La Alabanza tiene el Poder libertador.


A veces me cuesta entender la determinación de Pablo y de Silas, ya que acaban de ser golpeados, dado de azotazos con vara, en otras palabras; los agarraron a varazos, los trataron como criminales, los encadenaron con Cepo en sus pies, y para colmo de males los metieron en el calabozo mas oscuro y de mas adentro que había, quizás el mas apestoso y de peor higiene que había, realmente no era la situación adecuada para Alabar a Dios, sinceramente Pablo y Silas estaban hechos de otro calibre, ya que quizás nosotros no nos hubiéramos puesto a cantar himnos y cánticos a Dios, tal vez nuestra actitud hubiera sido de reclamo diciendo: ¿Por qué me pasa esto a mi si yo soy “el siervo del Altísimo”? ¿Por qué es esta situación si yo Oro, diezmo, ofrendo, pago mis botos, soy espiritual, soy de mayor confianza en la Iglesia? Quizás hubiéramos comenzado a renegar y a sacarle en cara a Dios todo lo que hacemos por él, por que creemos que no somos dignos de ser pasados por donde Dios nos quiere pasar, pero Dios a veces quiere saber que tan resistente es nuestro Amor por él, y nos prueba, para declararle al diablo que aun en la prueba somos fieles a Dios, porque hasta ahora no hemos sufrido lo que nuestro Señor Jesús sufrió por Amor a nosotros.
Es realmente deprimente llegar a ministrar a lugares donde hemos tenido que saltar, levantar las manos, motivar a la gente, tocar las Alabanzas que llamamos “levanta muertos” (o sea las de fuego) y vemos a las personas que ni un terremoto las movería de su posición que dice no lo hago por que no me nace hacerlo, no danzo por que Dios no pone en mi espíritu danzar, no siento, no tengo ganas, esto es lo que los directores de Alabanza llamamos ¡Dios me libre de ir!
Ya que es un martirio tener todo el deseo de Alabar a Dios y de hacer una fiesta para Dios, y ver a nuestro lado gente apática, sin ánimo, y por que no llamarlos malagradecidos, ya que la Alabanza es producto de nuestro agradecimiento, de nuestra felicidad de saber que antes no éramos nada, y que no nos merecíamos el perdón, sin embargo Dios nos amó, nos lavó, y nos puso nombre, y cuando se refiere a nosotros nos llama hijos, eso es un privilegio, es un honor inmerecido, deberíamos hacer tremendas fiestas de agradecimiento, deberíamos de saltar de alegría, gritar con tal emoción que nuestras lagrimas fluyan sin fruncir nuestro rostro para ver si podemos hacer salir una lagrimita para mostrar una falsa espiritualidad, la verdadera espiritualidad es depender de Dios totalmente, es reconocer que sin él no somos nada, no olvides que en algún tiempo deseamos comer de la comida de los cerdos, que en otro tiempo nuestra posición fue quizás la peor, y nuestra actitud apática lo que hace es detener la bendición de Dios para nosotros.
Como lideres tenemos muchas veces un orgullo que nosotros lo llamamos espiritualidad cuando no lo es, y es que muchas veces como seres humanos todos necesitamos de Dios, pero como lideres queremos mostrarnos como los mas fuertes, los que andamos bien, los que estamos en victoria, y no queremos que nos vean llorar, no queremos que nos vean ser ministrados, o pasar cuando oran por fortaleza espiritual en nuestras reuniones, todo esto no es espiritualidad, “Es Orgullo”, un orgullo que muchas veces a detenido el avivamiento de Dios en nuestras Iglesias.
Es sorprendente pero como ministros de Alabanza cuando cantamos queremos que la Iglesia dance, se goce, y haga una fiesta, pero cuando estamos en las sillas el día que no nos toca ministrar, ¿Te ven danzar los demás? ¿Te ven llorar como tú quieres que ellos lloren en tus ministraciones? realmente no es así en muchos casos, “porque somos los ministros de Dios”.
¿Qué crees que pensaría Pablo si nos visitara en una de nuestras reuniones?
Nuestras vidas tienen que cambiar, nuestras actitudes tienen que ser “todo terreno”.

Anthony Hernández

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