martes, 23 de febrero de 2010

Comiendo y Conviviendo

Comiendo y Conviviendo

Marcos Witt

Mi esposa tiene un Tío abuelo avanzando en edad y seguidor de Cristo desde hace años. Un día el tío Olaf dijo algo que me ha seguido impactando hasta el momento. Dijo, "Antes, cuando acabada una reunión en domingo todo mundo se quedaba a platicar, y se invitaban unos a otros a comer juntos. Esto ya no se ve en la iglesia de hoy. Hoy, todos esperan a que digan el "amen", para ver quien se puede ir más pronto. Ya no se convive, ni mucho menos se invita a comer".

El comentario me dejó bastante pensativo. Él tío tenía razón. Las congregaciones, en muchos lugares, se han convertido en instituciones de autocomplacencia. Por eso, hay cientos de personas que vienen a nuestras congregaciones en busca de consuelo, ayuda, dirección, o simplemente amistad sincera, y se topan con cristianos demasiado ocupados como para tomarse la tarde para escuchar sus problemas, u orar con ellos. Con excepción de las dos o tres familias líderes que lo hacen semana tras semana, y por eso están agotados física y espiritualmente.

Como cristianos, cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de extender nuestra mano al necesitado, al abatido, y al desanimado y muchas veces sólo requiere de un poco de nuestro tiempo, si estuviéramos dispuestos a darlo.

Hay un segundo aspecto con relación al comentario del tío Olaf, y es el aspecto bíblico, sencillo, pero importante del convivió. Todos tenemos necesidad de sentarnos a platicar, dar fe y testimonio de las cosas que el Señor está haciendo en nuestras vidas y en las vidas de cada uno de los presentes, de poder reír cuando se cuenta un buen chiste, etc… Siendo hechos a la imagen y semejanza de nuestro Dios, esta necesidad es inherente en cada humano, porque el deseo de Dios al crear al hombre fue el de tener comunión (amistad) con él.

En Hechos 2:46 dice que partían el pan juntos, y comían en la casa con alegría y sencillez de corazón.

Indudablemente, si la Biblia lo menciona, es porque ésta fue parte de la receta que trajo tanto éxito a la iglesia primitiva. Para conocer a alguien, se tiene que pasar tiempo con él, y después de conocerle, se puede confiar en él. Hoy en día existe mucha desconfianza entre nosotros y básicamente, es porque nos desconocemos a raíz de que nunca pasamos tiempo juntos.

Necesitamos volver a traer este ingrediente a nuestras vidas cristianas, para que el cuerpo de Cristo no esté tan dividido, producto de la desconfianza que tenemos el uno para el otro.

No sé qué existe en compartir el pan y la sal juntos, pero hay algo. Los tiempos más maravillosos de nuestras vidas, quizá han sido alrededor de alguna mesa. ¿Cuántos de nosotros no nos han dado las horas avanzadas de la noche por estar platicando en convivio verdadero? Ahora imagínate: las personas que han entrado a nuestra congregación buscando algo diferente, algo nuevo, ¿no cree usted que valdría la pena correr el riesgo de hacer amistad con esas personas para ofrecerles ese cambio que tanto necesitan?

El problema es que muchos estamos esperando a que se conviertan a Cristo antes de convivir con ellos, porque si no se han convertido, entonces son "inmundos" y no queremos ensuciar nuestras manos "purificadas". Si esa es tu actitud, no tienes el corazón de Cristo que anduvo entre publicarnos y pecadores, y se sentaba a comer con ellos a sus mesas.

Lo que digo aquí no tiene que ver con invitaciones a comer más que con la actitud de servicio y amor que debemos tener cada uno de nosotros tal como lo tiene nuestro Señor. Tiene que ver con ese egocentrismo, y con el hecho de que tenemos que extendernos hacía las personas que necesitan al Cristo que habita en nosotros. Ya basta de darles teorías, teologías, y religiosismos, es tiempo de compartir la VIDA de Cristo en maneras prácticas y sencillas.

Una cosa más…… ¿Con quien vas a comer ahora?

No hay comentarios:

Publicar un comentario