viernes, 5 de febrero de 2010

El pacto con Rahab

El pacto con Rahab

Por Anthony Hernández

Josué hijo de Nun envió desde Sitim dos espías secretamente, diciéndoles: Andad, reconoced la tierra, y a Jericó. Y ellos fueron, y entraron en casa de una ramera que se llamaba Rahab, y posaron allí. 2Y fue dado aviso al rey de Jericó, diciendo: He aquí que hombres de los hijos de Israel han venido aquí esta noche para espiar la tierra. 3Entonces el rey de Jericó envió a decir a Rahab: Saca a los hombres que han venido a ti, y han entrado a tu casa; porque han venido para espiar toda la tierra. 4Pero la mujer había tomado a los dos hombres y los había escondido; y dijo: Es verdad que unos hombres vinieron a mí, pero no supe de dónde eran. 5Y cuando se iba a cerrar la puerta, siendo ya oscuro, esos hombres se salieron, y no sé a dónde han ido; seguidlos aprisa, y los alcanzaréis. 6Mas ella los había hecho subir al terrado, y los había escondido entre los manojos de lino que tenía puestos en el terrado. 7Y los hombres fueron tras ellos por el camino del Jordán, hasta los vados; y la puerta fue cerrada después que salieron los perseguidores. 8Antes que ellos se durmiesen, ella subió al terrado, y les dijo: 9Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros. 10Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido. 11Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. 12Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura; 13y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte. 14Ellos le respondieron: Nuestra vida responderá por la vuestra, si no denunciareis este asunto nuestro; y cuando Jehová nos haya dado la tierra, nosotros haremos contigo misericordia y verdad. 15Entonces ella los hizo descender con una cuerda por la ventana; porque su casa estaba en el muro de la ciudad, y ella vivía en el muro” (Josué 2: 1-15.)

Al séptimo día se levantaron al despuntar el alba, y dieron vuelta a la ciudad de la misma manera siete veces; solamente este día dieron vuelta alrededor de ella siete veces. 16Y cuando los sacerdotes tocaron las bocinas la séptima vez, Josué dijo al pueblo: Gritad, porque Jehová os ha entregado la ciudad. 17Y será la ciudad anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos…

22Mas Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: Entrad en casa de la mujer ramera, y haced salir de allí a la mujer y a todo lo que fuere suyo, como lo jurasteis. 23Y los espías entraron y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que era suyo; y también sacaron a toda su parentela, y los pusieron fuera del campamento de Israel…

25Mas Josué salvó la vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía; y habitó ella entre los israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a los mensajeros que Josué había enviado a reconocer a Jericó” (Josué 6: 15-17, 22-23, 25)

Introducción.

Los arqueólogos han hecho una gran investigación en Jericó. Nos dicen que la ciudad ocupaba alrededor de dos hectáreas, con una muralla interna y otra externa rodeando la ciudad. Tanto la muralla interna como la externa tenían dos metros de espesor y había casas sobre ellas (v. 15). La altura de sus muros era alrededor de quince metros y las excavaciones muestran que estas murallas fueron «destruidas violentamente». De las muchas personas que vivían en Jericó sólo sabemos el nombre de una: Rahab, la ramera.


Ella es un cuadro de la historia espiritual del creyente en Jesucristo:

1. Era una pecadora.

Era prostituta, el pecado en este caso era impureza moral, pero «todos han pecado, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3: 23)

No era raro en esos días que las prostitutas administraran posadas.

2. Estaba bajo condenación.

Ya Dios había declarado condenada la ciudad de Rahab; era sólo cuestión de tiempo para que la sentencia de muerte se ejecutara. Todo y cada persona en la ciudad sería destruida, ¡sea que la gente se sintiera condenada o no! Jericó es un cuadro del mundo condenado de hoy. La gente no puede sentirse confiada y en paz, porque la muerte se avecina.

3. Se le dio un período de gracia.

La ciudad había sido destinada para el juicio desde muchos años antes, Rahab y los demás residente de Jericó oyeron del éxodo de Egipto ocurrido cuarenta años antes. (Josué 2: 10)

Aun se le añade otros días de espera, llevando a la semana adicional que Israel marchó alrededor de la ciudad. ¡Qué paciente es Dios!

4. Oyó la Palabra de Dios.

Fue un mensaje de juicio lo que oyó Rahab, pero le presentó al verdadero Dios. Nótese que en su conversación llama a Dios «Jehová». (Josué 2: 11)

5. Creyó en la Palabra.

«La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios» (Romanos 10: 17)

Nótese con la seguridad que procedía de la Palabra: «Sé que Jehová os ha dado esta tierra» (v. 9). Es la fe la que salva al pecador, incluso al más malo.

En Hebreos se nos dice que Rahab fue salva por fe y es una de las únicas dos mujeres que se mientan en los héroes de la fe:

Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días. 31Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz” (Hebreos 11: 30-31)

6. Demostró su fe por obras.

El hecho de que arriesgó su vida para recibir, ocultar y proteger a los espías es prueba de que Rahab confiaba en Dios. Se identificó con el pueblo de Dios, no con los paganos que la rodeaban.

Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. 25Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? 26Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2: 24-26) Obras = Frutos

7. Debía ganar a otros.

¡Piense en el riesgo que corría Rahab al hablar de la Palabra con su familia! Cuando la gente confía en Cristo, su primer deseo es testificarles a otros, especialmente a su familia.

Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti

(Marcos 5: 19)

8. Fue librada del juicio.

Había un juicio doble sobre la ciudad: primero, el terremoto que la destruyó; luego, el fuego que destruyó todo lo que había dentro. La casa de Rahab estaba en la muralla (2.15), ¡pero evidentemente esa sección de la muralla no cayó! Después que sacaron de la casa a Rahab y sus seres queridos, Josué ordenó que se destruyera con fuego el resto de la ciudad.

Quizás Rahab y su familia se sintieron perturbados cuando las cosas comenzaron a estremecerse, pero estaban perfectamente seguros en las manos de Dios.

Los cristianos de hoy ven al mundo estremecerse por todos lados, pero pueden estar seguros de que Dios los rescatará antes de enviar su juicio de fuego sobre el mundo.

9. Asistió a una boda.

En Mateo 1: 5 encontramos a Rahab incluida por matrimonio en la nación judía, ¡y nombrada del linaje del Mesías!

Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. 6Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías” (Mateo 1: 5-6.)

Mientras que el pueblo de Jericó sufrió la muerte, ¡Rahab y su familia disfrutarían de una fiesta de bodas! Rahab fue salva por fe, no por carácter u obras religiosas. Esta es la única manera en que Dios salva a las personas.

¿Ha confiado usted en Jesús como Rahab confió en Josué?

Anthony Hernandez

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